La finca, con una casa solariega del siglo XIX muy bien restaurada, fue el marco incomparable de la boda. La comida se celebró al aire libre, en un jardín con vistas al Valle del Jerte. El catering se encargó de todos los aspectos gastronómicos, así como de las mesas a las que añadimos una mantelería vintage y vajilla de porcelana de Santa Clara. El menú estuvo absolutamente especializado en caza : croquetas de boletus y perdiz, ragú de jabalí con patatitas avellana al oporto, los vinos fueron de Toro, y de postre, el repostero Santi Escribá elaboró un delicioso pastel hojaldrado de zanahoria y sal volcánica con merengue de nata.
Pero a la hora de decorar las mesas y dar un toque diferente al recinto, al tratarse de una boda al aire libre, los novios querían delimitar las zonas aunque sin vallarlas y que no hubiera una separación física. Nuestra idea fue realizar mesas bodegones repartidas por todo el recinto. Nuestro decorador diseñó mesas con flores y frutos secos, con frutas frescas, peceras de cristal con terrariums. Estos bodegones ocuparon la zona de cóctel. En el área destinada a la comida, tan sólo utilizamos bodegones decorativos con telas vintage y piezas de cerámica familiares. Y, para la barra libre, los bodegones fueron candy bars muy decorativas y, además, las golosinas hicieron las delicias de todos. También colocamos una mesa con cupcakes que fue muy fotografiada y, naturalmente, estaban riquísimas.
Tanto Merce como Alberto, que habían visto los bocetos, pero no se hacían una idea, quedaron encantados con la idea inicial y cómo se materializó ya que las fotos dan fe de los bodegones tan espectaculares y diferentes y de la sensibilidad a la hora de colocarlos con tanto gusto y sin llegar a agobiar visualmente el conjunto del recinto.
Por último, hay que destacar que, en una boda con detalles tan vintage, el vestido de Merce era el mismo con el que se había casado su madre treintaycinco años antes, que le arregló una modista amiga, añadiendo detalles de puntilla y chantilly en cuello y mangas, y al que, en el último momento, añadimos unos broches de su abuela, para fijarlos al velo, y que terminaron de aportar el detalle sofisticado en una boda llena de rasgos tradicionales.